La gente siempre dicen que el miedo paraliza, pero es que no saben lo que me paraliza a mi cuando siento indignación y tristeza por estar diciendo la verdad y no poder ser creíble. Me indigna mucho tener que dejar todo a un "creer o reventar", porque no estamos hablando ni de fantasmas, ni de ovnis, ni de la vida de algún boludo con los pies en el aire que cree que vino a este mundo por algo espacio. Muy por el contrario, estamos hablando de mi, ése tipo que juró (en más de una oportunidad) solemnemente que mis intenciones SI eran buenas. Si, mi conciencia está tranquila porque sabe que no miente, al menos no esta vez, sabe que va de frente y no se esconde, no en esta ocasión.
A las canciones que suenan de fondo, las acompañan lágrimas que anuncian conclusiones, que sienten culpa por lastimar a quien no lo merece. Voces de fondo se hacen presentes en mi cabeza, pero prefiero no oírlas, no presiento que me quieran llevar al puerto que deseo. Por momentos, entre lágrima y lágrima, me quedo dormido y sueño con poder decirte las cosas más bonitas y grandiosas que sé que nunca antes a nadie le pude expresar. Aprendí a sacarme la vergüenza y timidez a los golpes, porque por éstas dos últimas me he perdido de importantes oportunidades, ¡No vaya a ser cosa que me pierda de conocerte, che!
El sol ya empieza a caer, otro día por fin se va y en mi cabeza solo laten las ganas de volverte a ver, de sentir que todo va a estar bien y que es posible, de otra vez verte sonreír como aquella vez, la primera. Con la noche ya asomándose por mi ventana, lo único que me mantiene vivo es eso, la esperanza y el optimismo. ¿Esperanza y optimismo? Si, aquello que vos siempre me brindaste; que mañana va a estar todo bien, mañana ya no va a doler...
No hay comentarios:
Publicar un comentario