3 nov 2017

Viernes otra vez.

   Es viernes otra vez y la nostalgia persiste, no se va. El sol de un último día laboral se va escondiendo y yo, mirando por la ventana, intento dejar atrás ciertos pensamientos. Siempre que la nostalgia llega, intento beber café. No sólo me relaja, sino también me invita a reflexionar cosas que en otro contexto no pensaría.
   Desde mi adolescencia recuerdo haberle dado un valor especial al día viernes, aunque nunca supe bien el motivo. En aquel entonces (entiéndase en la "era flogger", de ahí data este contexto) el viernes significaba no hacer absolutamente nada después de clase, bueno... ir a terapia, pero ese es otro tema. Aunque, pensándolo bien, era fan de esos días, yo creo que por la terapia en si misma. Cuando sos niño/adolescente, la misma se basa (muchas veces, no siempre) en juegos de mesa y charlas que terminan en risas o una linda anécdota, aunque esto último depende, obviamente, de la vida de cada paciente.
  Con el tiempo fui creciendo, y los viernes de terapia terminaron, como así también el colegio. Con el egreso escolar sobre mi espalda y la universidad delante de mis ojos, veía venir una nueva perspectiva de los viernes. Era tan nueva esta perspectiva, que ya no tenía nada de especial. Honestamente, me encontraba muy ocupado durante toda la semana haciendo cosas de la universidad, así que todos los días, incluso el viernes, eran muy rutinarios, no encontraba nada de especial en ellos.
  Los años universitarios pasaron (¡Ojo! que todavía no finalicé mi carrera) y me enamoré. Enamorarse siempre tiene ese "no sé qué" que a todos nos vuelve un poco idiotas, ¿verdad? Pero lo cierto es que, a veces, creo que no fue casualidad haberle designado a esa persona el día viernes. Seguro no encontraba mejor cosa que hacer que destinar a la persona que más amaba (Y si. Si está conjugado en pasado es porque ya no es así, así que bien por mi) mi día preferido de la semana. Habíamos pasado de "viernes de café" a "viernes de vino" (y eso que lo detesto). Pero, como todo en la vida, tuvo un final y los llamados "viernes de amor", terminaron.
   Actualmente, me encuentro en una etapa de transición. Le temo mucho a los cierres de ciclo (recién este año me di cuenta de eso), aunque también me llenan de entusiasmo. Creo que es el propio concepto de "futuro" lo que me mantiene vivo o algo así. Es esa misma etapa de transición, la que me genera interrogantes.
   Como diría una vieja profesora de filosofía "lo importante es no dejar de hacerse preguntas". Y si, creo que hay mucho de cierto en esa frase. Me gusta hacerme preguntas, lástima que siempre intento buscarles respuestas. Y a veces, la respuesta ni siquiera llega por uno mismo, sino por alguien más. A veces, no llega hasta después de unos años. Es así, es la vida.
   Honestamente, si me lo preguntan, no sé qué valor atribuirle en la actualidad a los viernes, ¿importa eso? Buena pregunta. Lo que sí se es que, por alguna extraña razón siempre los dediqué/atribuí a determinadas personas. En castellano esto sería algo así como: "Estoy feliz no porque sea viernes, sino porque es hoy cuando te voy a ver. Hoy elijo verte, aunque no sepa bien porqué".
   Es viernes otra vez y el sol ya se escondió. Y la nostalgia persiste, no se va.